Borges y la «lectura obligatoria»

«Creo que la frase lectura obligatoria es un contrasentido. Uno no debe hablar de lectura obligatoria, uno debe hablar de placer obligatorio»

En reiteradas ocasiones nos obligamos a terminar la lectura de un libro, como también lo hacemos con alguna serie o película, por el simple hecho de acabar con ello. No importa lo que transcurra en el contenido, la meta es llegar al final y tener una gran cantidad de libros en la biblioteca para aparentar ser personas con conocimiento. Estos son los libros que ponemos en un lugar destacado de nuestra librería para que las visitas vean lo cultos y leídos que somos. Estos son, en gran medida, los libros que compramos y que no leemos, porque en realidad no importa si no los hemos leído, lo importante es que los demás crean que lo hemos hecho. Suelen ser libros que han ganado prestigiosos premios o autores que acumulan elogiosas críticas de la élite intelectual a sus espaldas, por lo que en su compra también participa la presión social. En general son libros que se leen muy despacio y que no se terminan pero que se recomiendan con mucha frecuencia.

Por otro lado, en algunas situaciones nos sentimos obligados a leer por presión social dependiendo de los círculos en los que nos movamos. En función de esto, un lector se puede sentir socialmente presionado para leer Cincuenta sombras de Grey o El señor de los anillos. Son libros que aunque sean difíciles de leer se suelen terminar precisamente por esa necesidad de seguir la corriente de la sociedad. Hay que diferenciar estos libros de aquellos que nos son recomendados o cuya fama se ha difundido a través del boca a boca y que nos leemos con cierto gusto, sin sentirnos presionados.

Lo cierto es que, agradable pasatiempo para muchos, obligación para otros, leer es un beneficioso ejercicio mental. Ejercitar la mente mediante la lectura favorece la concentración. A pesar de que, tras su aprendizaje, la lectura parece un proceso que ocurre de forma innata en nuestra mente, leer es una actividad antinatural. El humano lector surgió de su constante lucha contra la distracción, porque el estado natural del cerebro tiende a despistarse ante cualquier nuevo estímulo. No estar alerta, según la psicología evolutiva, podía costar la vida de nuestros ancestros: si un cazador no atendía a los estímulos que lo rodeaban era devorado o moría de hambre por no saber localizar las fuentes de alimentos. Por ello, permanecer inmóvil concentrado en un proceso como la lectura es antinatural.

En este preciso instante, mientras usted lee este texto, el hemisferio izquierdo de su cerebro está trabajando a alta velocidad para activar diferentes áreas. Sus ojos recorren el texto buscando reconocer la forma de cada letra, y su corteza inferotemporal, área del cerebro especializada en detectar palabras escritas, se activa, transmitiendo la información hacia otras regiones cerebrales. Su cerebro repetirá constantemente este complejo proceso mientras usted siga leyendo el texto. Por este motivo la actividad de leer, que el cerebro lleva a cabo con tanta naturalidad, tiene repercusiones en el desarrollo intelectual y cognitivo.

Además de alimentar la imaginación y favorecer la concentración, la lectura ayuda a mejorar algunas habilidades sociales, como la empatía. Un ávido lector rápido aprende a identificarse con los personajes de las historias que lee.
Pero no sólo es más empático quien lee, sino también mejor orador. Como dijo Cicerón, “a hablar no se aprende hablando, sino leyendo”. Lejos de la imagen solitaria e introvertida con la que se identifica al lector, lo cierto es que las personas lectoras desarrollan más sus habilidades comunicativas.
Hacer un correcto uso del lenguaje está bien valorado socialmente, por ello, quienes nutren su dialéctica mediante el hábito lector son percibidos por los otros como personas con gran capacidad de liderazgo. Son más apreciados profesionalmente. Según un estudio de la Universidad de Oxford, la lectura por placer predice el éxito profesional. Quien fue un ávido lector en su adolescencia tiene más posibilidades de triunfar en su madurez.

Claro que también hay que leer en la madurez y en la vejez. El ejercicio de leer cobra sentido al final de nuestras vidas. Neurólogos y psicólogos recomiendan “la lectura como método preventivo del alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas”. Cuando una persona comienza a padecer síntomas de demencia y a perder autonomía, influyen dos factores: las lesiones que ha producido la enfermedad y la pérdida de la capacidad de compensar. Compensar es poner a funcionar áreas del cerebro que antes no funcionaban, poner en marcha la reserva cognitiva, es decir, la capacidad intelectual acumulada a lo largo de su vida mediante conocimientos y actividades intelectuales. Para disponer de una buena reserva cognitiva es importante tener una vida intelectualmente activa.

Por todo esto la lectura es una actividad muy enriquecedora y favorable para diversas áreas personales y sociales. Hoy contamos con escasez de tiempo en nuestra cotidianeidad por la rutina, el trabajo, la familia, las obligaciones, el tiempo que empleamos al ocio. Quizás es tiempo de «parar la pelota» y sentarnos a leer como acto antinatural de nuestra vida.

No quiero dejar de destacar estas palabras de Borges: “Si un libro les aburre, déjenlo. No lo lean porque es famoso, no lo lean porque es moderno, no lo lean porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo”.

¡Que disfrutes tu tiempo!

 

Escrito por Nahuel Blanco.

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